domingo, 2 de febrero de 2014

La Magdalena, Tossal de Ribalta, Tossal de Raca

La ruta de esta semana, aunque parece simple y fácil (la cota más alta que se sube es de 458 metros), engaña un poco. No es para dejarse el hígado, pero sudar, se suda. Son nueve kilometros con dos puertos de montaña y "bastantes repechones". El perfil lo dice claro.

Esta vez participaron Fede (Gps), Gilbert (Rayito), Kiko (el innovador), Manolo y Pedro. Nadie antes había hecho esta ruta, el trayecto lo sacó el innovador del wikiloc y todos "trararon" de seguirlo lo más fielmente posible. Al final se innovó sobre lo innovado y se utilizaron las dotes de orientación del grupo. Tiraron a la basura el gps, la ruta y el sentido común para acortar unos metros. La cosa, aunque sin demasiadas garantías, salió bien y no se perdió nadie.

Aparcaron el coche al pié de la ermita de la Magdalena, en el Desierto de las Palmas un día fresquito de finales de enero. El cielo estaba sin nubes y, a no ser por un vientecito helado, hubiera hecho hasta calor primaveral. Comenzaron a caminar al lado de la carretera y, tras un kilómetro de calentamiento el tema comenzó a ponerse complicado. A la derecha salía una especie de senda. La primera subidita, así de sopetón, se les atragantó a todos. Pedro hacía mucho tiempo que no venía con el grupo y alguien le "engaño" diciendo que la ruta era huevona y facilona. Todos le animaron y él se acordó de las familias de cada uno de ellos, pero al final subió.

La ruta va cogiendo altura hasta llegar al lo alto de la pequeña sierra que hay detrás del ermitorio de la Magdalena. Allí la senda pasa justo al lado de una pedrera, pero por la parte de arriba. Rayito andaba preocupado porque tiene cierto "yuyu" a las alturas. No es vértigo, es más bien "cague", pero para el caso es lo mismo. Lo cierto es que valía la pena no mirar hacia abajo, habían muchos metros de caida libre.

A partir de ese momento la senda continua cresteando hasta alcanzar la cima del Tossal de Ribalta. El camino pasa por lugares donde hay que sortear, no sin cierta dificultad para una pandilla de huevones, algún que otro risco de forma más o menos imaginativa. En un momento determinado, el grupo de dividió en tres para buscar tres caminos distintos con los que conseguir llegar más allá de una roca que les impedía el paso normal. Algunos lo sortearon sin problemas y otros con el culo pegado al suelo y rezando para no caer.

Mientras se caminaba por las crestas las vistas eran muy buenas. A un lado el mar (con las columbretes al fondo) y la Plana, y al otro el valle por donde va la carretera de subida al desierto, con Raca coronando. Este camino, con sus grandes diferencias, se parece a las crestas del Bartolo, pero en pequeño y sin árboles. Podríamos llamarlo las "minicrestas peladas".

Una vez hecha la ascensión a primer tossal, venía la bajada al valle para abordar la segunda ascensión. La senda de bajada era bonita, rodeada de pinos, y con menos desnivel que la subida. A mitad camino, nuestros senderistas se encontraron con unos ciclistas que subían a pie arrastrando la bici para, una vez arriba, dejarse caer por la senda (con el consiguiente desgaste del camino). Parece que esta práctica es común es esta ruta, ya que el camino tenía surcos bastante profundos.

La ruta cruzó la carretera y justo allí se comenzaba la siguiente y más importante ascensión. Aquí el grupo, haciendo honor a su condición de huevones, tras la experiencia de un comienzo algo duro, dudó si seguir o volver al coche. Al final se decidió seguir. La ruta había sido demasiado corta hasta para unos cincuentones de amplias cinturas como los que iban (perdón por Manolo, que sólo tenía 40, aunque su cintura no desdecía de las del resto).

Todos abordaron decididos la ascensión, que también se presentaba bastante exigente. Al cabo de unos metros de ruta, Pedro decidió volver sobre sus pasos y esperar en el coche. Todos le apoyaron para que siguiera pero, para no retrasar al grupo, Pedro se mantuvo firme y volvió. El resto siguió camino. Menos mal que Pedro se orienta bien, porque si hubiera sido otro el que hubiera bajado solo, todavía estaría dando vueltas por esos caminos buscando la salida.

A media ascensión, nuestros esforzados senderistas pasaron por el refugio de Raca, semiderruido, mal cuidado y echado a perder. Una pena.

Tras una agradabe subida se hizo cumbre (458 metros que supieron a más de 1.000). Un descansito al lado del punto geodésico y enseguida para abajo. El descenso fué rápido. Hay muchos caminos en esta vertiente de la montaña y el grupo se salió de la ruta para no hacer esperar demasiado a Pedro en el coche. Tomó caminos más directos hacia donde estaba el aparcamiento. Al final, ya dentro de barranco de la Magdalena, hubo que hacer unos metros de escalada libre y saltar el quitamiedos de la carretera. Unas risas y unas bromas sobre la orientación en la montaña hicieron que el final de ruta fuera divertido. Una carrerita por la carretera y enseguida al coche.

Nuestros caminantes llegaron al coche sin novedad. Ahora tocaba el momento de las cervezas y de contar las sensaciones de la ruta. Se buscó una terracita con sol y fácil aparcamiento. No es fácil un domingo por la mañana pero Pedro nos llevó a una que sabía. El sol ya había caldeado un poco el día y en la terracita de las cervezas se estaba bien.

La conclusión fue que la ruta había sido original, agradablemante más dura de lo esperado, aunque alguno sufriera más de la cuenta. Un notable alto.



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